Hace tanto frío y quiero decir tantas cosas, tenía un poco abandonado este lugar...vine a hacer una limpieza y me encontré con cosas nuevas.
No ha pasado el tiempo en vano y tengo muchas historias que contar, partiendo porque hoy me vestí de domingo y no es como a la antigua, cuando las jovencitas salían a pasear y andaban todas arregladas, mis domingos son "aperrados", consisten en hacer el desayuno, que hoy me lo salté por que mi hija de 8 años ya sabe hacerlo y avanza a paso rápido ¿cuánto le va a durar? no lo sé, pero mientras le dure, será bueno. Luego del desayuno hay que levantarse rápido porque la feria espera, es el paseo matutino que más anhelo, el sol brillaba radiante y el viento corría fresco sobre mi cara, tan frío que entraba colado por mi ropa, pero ese frescor hablaba de la mañana y que quedaba mucho día aún por vivir.
Me gusta la feria, tiene sabor a fruta, color a verdura, sonido de pies que caminan en distintas direcciones, gritos que ofrecen lo mejor de lo mejor, piropos que te guiñan el ojo y te levantan la autoestima cuando está baja, es magnífica, llena de códigos que aprendí de niña cuando acompañaba a mi mami a la feria de esperanza, entre Agustinas y E. Escala en Santiago Centro.
Me gusta elegirlo todo y entrar en los puestos a buscar en los cajones lo mejor de lo mejor, aunque sé que eso ya está en europa u otro continente, pero quiero creer que es lo mejor lo que llevo a mi casa y que comeremos gustosos cuando nos sentemos a la mesa y sintamos en la boca que no hay nada más rico!, me gusta la naranja que chorrea el jugo, el limón amarillo, la acelga tierna, los rábanos rojos, la cebolla que llora y la papa buena...no hay nada como la feria. Tiene un orden que identifico, los colores se matizan y alegran la vista, las pizarras escritas a mano y con tiza, la caja con las lucas y el vuelto a la mano pa' la casera.